Era frecuente escuchar hablar del hermano de mi abuela. Mi madre lo llamaba el tío Felipe. Ella asociaba que como sus hermanos se llamaban Felipe y Francisco, seguramente el hermano de su mamá, era Felipe.
Me encontraba buscando su entrada a los Estados Unidos y me resultaba imposible. Comentándolo con mi tía Cándida, la hermana de mi madre, me respondiò:
- Claro, no lo vas a encontrar porque el hermano de tu abuela se llamaba Domenico.
Se imaginan, corrí a mi computadora y volví a colocar los datos que de él tenía y ahí estaban, un montón de Domenicos. Había que descubrir cuál era el correcto. Busqué por lugar y seleccioné algunos posibles.
Hace mucho tiempo mi madre me había contado que mi tatarabuela le guardaba a mi abuela abajo de la almohada los coditos del pan, ya que a ella le gustaban mucho.
Mi abuela tenía unos 8 o 9 años de edad. Una noche, cuando fue a acostarse buscó debajo de su almohada y no encontró los coquitos. Desesperación.
Domenico se reía en su cama porque él había llegado primero y se los había comido.
Ustedes se preguntarán qué hizo entonces, Elisabetta. Bueno, resulta que ni corta ni perezosa le tiró a su hermano con un tenedor que le pegó arriba del ojo. Domenico estuvo mudo del susto un montón de días, pero jamás volvió a repetir esa hazaña.
Se preguntarán qué tiene que ver esto con la llegada de mi tío a los Estados Unidos...
Resulta que cuando aparté los pasajeros seleccionados, solo había un Domenico que tenía una cicatriz arriba de su ojo.
Por eso, si buscas a tus antepasados, grabate los detalles de las historias contadas por los "mayores" de la familia. Uno nunca sabe cuando un detalle mínimo, y aparentemente sin importancia te puede servir.
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Hace 2 semanas